El pionero francés de los cielos
AW | 2016 02 15 20:39
AVIATOR
Repusieron en Palermo el monumento a Jean Mermoz, gran precursor de la aeronavegación sobre el Océano Atlántico.
Hasta hace unos meses estaba perdido entre los grandes árboles de la Costanera, una verdadera injusticia. No sólo por la belleza artística del monumento sino, por la figura heroica que homenajea. Pero desde los primeros días de noviembre último la figura de El Arcángel, como llamaban al francés Jean Mermoz, se hizo visible en el cruce de las avenidas Sarmiento y Costanera Rafael Obligado. Realizado en bronce y colocado sobre una base revestida en mármol blanco, la escultura muestra a una figura alada como un mítico Ícaro destinado a recordar aquellos tiempos heroicos de las primeras décadas del siglo XX, cuando volar sobre cordilleras y mares no era para cualquiera.
Jean Mermoz vivió apenas 35 años. Había nacido el 9 de diciembre de 1901 y el 7 de diciembre de 1936, cuando cruzaba el Atlántico con un avión llamado Croix du Sud (Cruz del Sur), desapareció, cerca de Senegal. La última comunicación de Edgar Cruveiher, su radiooperador, anunciaba la falla de un motor. Después, ya no hubo contactos. Junto con Mermoz y Cruveiher también murieron el copiloto Alexandre Pichodou, el navegante Henri Ezan y mecánico Jean Lavidalie. Por eso en el pedestal de la obra que está en la Costanera se recuerda al mítico piloto “y sus compañeros”. Aquella noticia conmovió a muchos argentinos que admiraban a Mermoz.
Es que era un auténtico pionero en establecer rutas aéreas. Lo había hecho primero en Francia y después en Europa. Luego el horizonte se amplió hacia África y América del Sur, con las primeras líneas de correo civil y regular que fomentaba el empresario Pierre-Georges Latécoere. Mermoz sería ese “héroe francés que ensayaba para otros”, como alguna vez lo definió su amigo y también piloto Antoine de Saint-Exupéry, otro que dejó su huella en la historia de la aviación aerocomercial de estas tierras, además de legar a la Humanidad esa obra magistral que se titula El Principito. En julio de 1929, Mermoz realizó la primera conexión aeropostal en la ruta Buenos Aires-Mendoza-Santiago de Chile. Y desde 1930 estableció un servicio directo entre Francia y la Argentina.
Además de sus atrevidos cruces sobre el Atlántico (entre 1930 y 1936 hizo 24 vuelos entre Europa y América), Jean Mermoz era una figura en el ambiente porteño. Igual que Saint-Exupéry, vivía en el noveno piso de la Galería Güemes de la calle Florida. Y no sólo era habitué del restaurante Conte (estaba en Cangallo al 900) y la confitería Richmond. También era una figura popular en el Tabaris y el Chantecler, donde tango y champán estaban asociados a su figura de atlético y elegante bon vivant. Allí siempre se recordaba aquella vez que en marzo de 1929 estuvo tres días perdido en los Andes, después de un aterrizaje de emergencia en medio de los abismos de la cordillera. O tal vez, en otro cruce del Océano cuando los motores fallaron y pudo descender sobre el agua: su avión se hundió pero a él y a su tripulación los rescató un providencial barco cercano.
El monumento que recuerda “a Jean Mermoz y sus compañeros”, es obra del gran escultor argentino Alberto Lagos (1885-1960). Fue inaugurado en 1958 en las cercanías del Aeroparque, donde estuvo hasta el año pasado. La propuesta de hacer ese homenaje al héroe francés surgió por iniciativa de la comunidad de sus compatriotas en Buenos Aires y se considera que también fue una forma de que los residentes franceses evocaran el 150 aniversario de la Revolución de Mayo. Lagos se dedicó a la escultura por sugerencia del artista y escultor catalán Torquato Tasso, a quien le gustaron sus dibujos. En 1909, Lagos estuvo becado en París y se convirtió en un admirador de Auguste Rodin. Eso contribuyó a que también buscara la perfección para sus muchas obras. Entre ellas está el autorretrato escultórico que hizo Lagos y que está ubicado en la calle Guido, cerca de Presidente Roberto M. Ortíz, frente el cementerio de la Recoleta. La pusieron allí porque en ese lugar estuvo el famoso restaurante de su nieto, Carlos Alberto “El Gato” Dumas, que dejó sus estudios de Arquitectura para convertirse en “cocinero”, algo que también amaba su abuelo. Pero esa es otra historia.
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SOURCE: clarin.com
DBk: Photographic ©Clarín
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